ESOTERISMO Y TEOLOGÍA
Una de las cuestiones más
controvertidas a la hora de hablar del Esoterismo
es la relación de éste con la
Teología, para muchos una cuestión no muy cordial.
Luis Miguel Martínez Otero
es la relación de éste con la Teología, para muchos una cuestión no muy cordial.
Martínez Otero aborda el problema y lo hace con indudable espíritu conciliador, sin confundir los términos. Para el autor de este artículo Esoterismo y Teología son dos órdenes diferentes, correlativos, posiblemente complementarios, pero no necesariamente opuestos.
Para hacer inteligible la cuestión que planteamos, deberemos centrarnos exclusivamente en las tradiciones llamadas monoteístas (cristiana, islámica y judía), cuyo tronco común encontramos en la casa de Israel y que son las únicas que, propiamente, han desarrollado una Teología. Por Teología debemos entender, con toda simplicidad, el estudio de la Ontología divina y, tal la circumincesión, el de las operaciones internas de la divinidad. Esta palabra, ontología, debiera remover nuestras entrañas pues nos concierne directamente, siendo lo óntico lo propio del hombre y fundamento de la personalidad. Dos marcos diferentes Nada similar encontramos en otras tradiciones dichas orientales (India, China, Tíbet, etc.) cuya "filosofía" se extiende, por lo que aquí nos interesa, desde el reconocimiento del Atman (Vedanta) hasta su negación expresa (Budismo, en general); y desde los estados múltiples del Ser hasta la hipótesis reencarnacionista búdica que encierra fundamentales contradicciones (si el Atman o personalidad no existe, ¿qué diablos puede reencarnarse?). Pero éstas son cuestiones harto delicadas y que exigen bastantes más folios que los concedidos. Diremos, sólo, que en estas tradiciones contemplamos, junto con la metafísica más desencarnada, una inextricable mitología y los rituales más diversos. Aclarando el panorama y antes de centrarnos en la cuestión, diremos con Jean Borella (en su artículo del número último de Connaissances des Religions) que "Tradición es todo lo que el hombre no ha inventado, sino recibido". La Tradición, por tanto, vehicula enteramente y sin defecto un "corpus" doctrinal que constituye el Esoterismo y que se expresa, eminentemente, por símbolos. A él pertenecen conceptos tales como el de Hypertheos (Dionisio Areopagita, Sinesius, San Agustín), Deidad (Eckhart), No-Ser (Guénon). Noche (San Juan de la Cruz), extinción (el "faná al fanai" de Ibn Arabi) o los conceptos de la Teología puramente apotinca, etc. De este "corpus" emerge la Teología en Occidente, de modo que, reduciendo términos y alcanzando casi el duro asfalto del absurdo, podríamos decir que Esoterismo es a Metafísica como Teología es a Ontología: de modo más viviente, que Esoterismo es a Intelección como Teología (que no debiera pretender a otras riberas más inaccesibles) es a Corazón.

Contrariamente a lo que ocurre, la vocación de la Teología es la de ser accesible. pues ella -es sabido- viene a ser el núcleo mismo de la Religión. Y es justo y honorable pensar y decir que la Religión (nuestra dimensión vertical) y, sobre todo, su práctica (hoy en día, mercancía bastante invendible) constituyen lo único necesario para la "salvación", cuando el Esoterismo pretende a la "Realización", es decir, aquí y ahora, a la deificación personal.
René Guénon (aviso a los navegantes que somos todos nosotros, peregrinos) osa afirmar que "no hay Esoterismo sin Exoterismo", es decir, sin Religión. Esto es primordial, y no cabe pretender del párvulo que luego firma estas cosas, no sabemos qué defensa a ultranza del Esoterismo que, primero, no transcurra por el humilde y público ejercicio de la crística religión que le vio nacer: no hay conquista de alta cumbre (Esoterismo) sin dejarse la piel en la escalada (ascesis). sin ayuda de cuerdas y del piolet (Religión).

Del antropomorfismo al sociomorfismo
No hay, pues, oposición entre Esoterismo, símbolos y hermenéutica de las Escrituras, y Teología, sino un marco diferente y una vocación distinta. El hombre "de deseo" (tal como lo definió Louis Claude de Saint-Martin) pretende a la cima esotérica. Su teúrgica operación, su oración, quiere, tras la obra al negro y tras la noche de su psiquismo que es el descendimiento a los infiernos, activar la anamnesis de lo que fuimos antes de que Abraham existiera, en un movimiento en el que "recordar" es, ya, "ser". Similar al Hypertheos que transciende a la Ontologia, este águila quiere despojarse hasta la suma pobreza óntica, pues siendo el Ser uno y sin partida, no cabe poseer al Ser sino cediéndolo. De este modo se accede al No-Ser, a la "noche" de San Juan de la Cruz, y se obedece al consejo de Cristo "vende cuanto tienes y dáselo a los pobres"; se atiende el apotegma del Tao, "si estás vacío, permanecerás lleno".
Esto es Esoterismo vivo para el que se requiere alta comprensión; para el que basta una suprema intelección que arrastra consigo la identificación con la Verdad. Un paso previo es el de la Teología cuya vocación -dijimos- es la de ser accesible. En las tradiciones a las que afecta, esta Teología ha sido (y no puede dejar de ser sin pérdida de substancia) legítimamente antropomórfica, pues el hombre es icono de Dios, su "imagen y semejanza". Leemos en las Escrituras que Yahvé tiene entrañas, corazón. nos habla, mira y ve, etc. Extraña o perversamente, se ha considerado al antropomorfismo como un error: el error antropomórfico; cuando esta idea transparenta la radical igualdad entre yo, el nacido, y Él, el no-nacido; la privilegiada relación entre yo, el contingente, y El, el necesario, el transcendente.
Las ciencias anejas al Esoterismo nos muestran la involución cíclica de los tiempos históricos en cuanto a la esencia, y su evolución en cuanto a la substancia (hasta el actual materialismo). No es extraño que aquella involución esencial alcance de lleno a lo menos substancial y a lo más óntico, a saber, a la Teología que, hoy, superado el "error" (entre mil comillas) antropomórfico, adquiere grandes aires sociomórficos tras un substrato de cosmomorfismo. En cuanto al Esoterismo, en un nivel estadístico ni se sabe ya lo que es.
Cosmomorfismo y sociomorfismo igualan y emparentan
a Dios con la Naturaleza que, desencadenada, nos aplasta; con el Estado y las
categorías sociales que nos aherrojan y nos esclavizan. Y llegamos a convivir con un
concepto transcendente del Estado y de la ley jurídica cuando, precisamente, el
concepto de poder no es una categoría aplicable a Dios; cuando, mal que les
pese a lodos los sayones de este mundo, el menor de los individuos es superior
al Estado y a la ley jurídica, y Dios es libertad y Amor.
Artículo aparecido originalmente en revista Punto y Coma, nº 7, 1987.